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Paisaje lunar en el Teide

Siempre he creído que la gente encuentra la felicidad viviendo en áreas remotas, innacesibles para la mayor parte del mundo. Así se cuenta en la narración épica más antigua del mundo, Gigalmesh, en la que el héroe arranca la flor de la inmortalidad allá en los límites del mundo.

Las Islas Canarias como Las Afortunadas

Los antiguos griegos alababan las islas más allá del océano así como el Jardín de las Hespérides, donde las manzanas de oro crecían y el cual estaba protegido por el dragón Ladon. También alababan Las Afortunadas, el hogar donde las ninfas vivían felices. Hoy en día conocemos a estas Islas por el nombre de Islas Canarias.

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En la antigua Grecia, había un pequeño bote que iba a las Islas Canarias, que servía de faro en mitad del vasto océano, como guía para los marineros que viajaban a Las Afortunadas, tal y como nombraron al archipiélago.

Los romanos continuaron la tradición y llamaron al archipiélago “Fortunata Insulae” (“Las Afortunadas”). En aquellos tiempos, prácticamente nadie llegaba a tales islas, sólo el mítico héroe Hércules pasó brevemente por ellas, golpeó al dragón Ladon en la cabeza para que muriese, cogió las manzanas de oro y desapareció. En aquel entonces, nadie podía llegar a creerse que en esta parte del mundo hubiera lugar para la felicidad. Una débil seña de esta felicidad aparece en las letras del viajero Alexander von Humboldt cuando escribe sobre el volcán Teide:

“Ningún lugar en el mundo parece más apropiado para acabar con la melancolía y la tristeza y recobrar la tranquilidad que éste, Tenerife.”

Místico, majestuoso, el Teide domina toda la isla.

Místico, majestuoso, el Teide domina toda la isla.

Si hoy cogemos un avión en Alemania y volamos hacia las Islas Canarias, las islas “de los canes”, sabemos muy bien que no hay tales manzanas de oro, ni mucho menos ninfas, pero quizás muchos aún no sepan que sí existe un lugar casi desconocido para el mundo y que hace que nuestro planeta azul se parezca un poco más al paisaje lunar. Aquí eso es posible, por ello quiero describirlo a través de mi breve reportaje.

Centro del orta de la isla – Puerto de la Cruz

Para hacer nuestro “casi viaje a la luna” no cogemos ningún cohete espacial, sino los serpenteantes caminos del centro histórico del Puerto de la Cruz. En nuestro coche, recorremos las calles del pintoresco puerto pesquero, con sus casas coloniales en pleno centro, hacia los jardines y las plataneras con las que finaliza el pueblo. Una vez pasadas algunas casas dispersas y pintorescas villas, nos dirijimos al siguiente pueblo: La Orotava, una pieza de joyería.

La famosa Casa de los Balcones, en la Orotava, del siglo XVII.

La famosa Casa de los Balcones, en la Orotava, del siglo XVII.

Encantadora, La Orotava

Ya que el centro histórico está cerrado al tráfico, exploramos las exquisiteces históricas a pie. Y el paseo sin duda vale la pena. Las casas coloniales con balcones de madera son realmente impresionantes. Un gran ejemplo de la espectacular arquitectura canaria se encuentra en la doble “Casa de los Balcones”, consturida en el siglo XVII.

El Convento de Santo Domingo fue construido por misioneros españoles tras la subyugación de los aborígenes canarios, los Guanches. No es hasta 1835 que el monasterio pasa a manos de la orden dominical. “Orotava” también significa “ciudad de las flores”, tal y como se puede ver en los jardines-terraza del Jardín Victoria, con sus numerosas buganvillas, el azul y naranja de Sagitario.

Continuamos hacia las montañas

La Plaza de la Constitución está delimitada por los colores de sus numerosas flores y plantas. En la festividad del Corpus Christi puede maravillarse viendo las flores en su máximo esplendor, cuando La Orotava se cubre con alfombras de arena de los más singulares colores. Finalmente, decidimos subir incluso más y por eso dejamos atrás las flores y creaciones artísticas del encantador pueblo para subir colina arriba. A lo largo de anchas curvas inclinadas a través de bosques de pino subimos y de nuevo nos encontramos en la ladera de las montañas. Por las ventanas abiertas de nuestro coche se cuelan el aire fresco y olor a resina de los árboles.

El desértico paisaje lunar de camino al pico del Teide.

El desértico paisaje lunar de camino al pico del Teide.

Alcanzar las estrellas

Con cada metro que hacemos a coche, nos acercamos un poco más a las estrellas. No sólo porque estemos ganando altitud, sino porque sabemos que ya hemos sobrepasado los 2390 metros de altitud en el Observatorio del Teide, después de haber recorrido una corta distancia. Aquí el aire es tan puro y el cielo tan claro que incluso de noche, ninguna luz artificial puede interferir en la vista de la luna y las estrellas. Por ello, es aquí donde se ha instalado el mayor telescopio de Europa. Para aquellos interesados en la observación de las estrellas, deben saber que este espacio ofrece mediante reserva un programa de astronomía. El astrofísico que dirige aquí las investigaciones está especializado principalmente en la exploración científica del viento solar.

Teide, hogar de dioses y demonios

Desde el sol hacia la luna, así podríamos denominar a este viaje. De vez en cuando, se topará con trazas de vegetación que están diseminadas por el negrísimo asfalto de lava, o las piedra pómez de ligero color marrón que nos rodean después de unos metros en el paisaje lunar de Las Cañadas. Ésta es una caldera con un diámetro de 17 metros en forma de herradura. El resultado es un anfiteatro creado a base de avalanchas rocosas que se representan en una gran variedad de colores, donde los tonos más oscuros predominan. A causa del enorme desplazamiento de tierras que ocurrió hace unos 180.000 años el predecesor del Teide, el volcán Pico Viejo, produjo una gran erupción que provocó la creación del volcán Teide a su lado. Pero el transporte de sedimento y roca volcánica fueron más allá. En 1798 Pico Viejo erupcionó de nuevo, escupiendo coladas de lava que formarían las llamadas Narices del Teide, un mar de roca negra. El 18 de noviembre de 1909 el Teide sufrió su última erupción.

La naturaleza como artífice.

La naturaleza como artífice.

La naturaleza como artífice. Las extrañas formaciones rocosas fascinan a los visitantes.
El paisaje rocoso, desértico y con prácticamente ningún tipo de vegetación aparece como un espectro de paisaje lunar. Los lugareños, que lo sabían con tan sólo mirar a la luna, hicieron de este paisaje original su mítica rima. Para los guanches Echeyde (el Teide, y posteriormente, para referirse a Tenerife) era la entrada al infierno donde moraba el diablo, Guayota, el cual había capturado a la diosa del Sol, Magec. Ahora la tierra estaba sumida en la oscuridad, hasta que el bueno de Achamán venció al demonio y liberó a la diosa Magec. La entrada a la boca del volcán está bloqueada por Achamán y su “pan de azúcar”. Esperemos que no sea desbloqueado jamás.

Desde los bisques de laurel al mar – Excursiones en el norte de Tenerife

Empezamos nuestro viaje desde el Puerto de la Cruz. Este nombre se le dio al pueblo de 35.000 personas en 1813. Antes de esto, se le conocía como Puerto de la Orotava, ya que desde aquí se exportaba vino de las vides de La Orotava.

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Vista desde Playa de San Roque en las Montañas de Anaga.

La ciudad en sí no es un lugar ideal para comenzar senderismos o excursiones, pero tiene mucho que ofrecer como destino turístico. Incluso el naturista Alexander von Humboldt, que pasó algo de tiempo en Tenerife en 1799, alabó su belleza natural y escribió sobre ella:

“No hay lugar en el mundo más apropiado para desvanecer la tristeza que éste.”

Salida desde Santa Cruz de Tenerife

Dejamos atrás el pintoresco pueblo del Puerto de la Cruz con sus antiguas casas señoriales y la elegante avenida junto a la playa y nos movemos por la autopista hacia Santa Cruz.

Poco después de partir, recordamos la historia de la isla gracias a las señalizaciones que rezan “La Matanza” y “La Victoria”. En 1594 los españoles fueron vencidos por los aborígenes canarios en La Matanza, batalla por la cual recibiera su nombre. Pero, ¿quiénes eran estos nativos y cómo vivían?

Los aborígenes reciben el nombre de “guanches”, que en el lenguaje bereber significa “hijo de Tenerife”. Alrededor del 500 AC emigraron desde la costa norte de África hacia las islas. Vivían mayormente en cuevas y se vestían con pieles de cabra. Araban la tierra con palos y cultivaban trigo y cebada. Los guanches lucharon contra los españoles con palos puntiagudos de madera y garrotes. Eran granjeros y pastores, en su mayoría, aproximadamente 30.000 personas, frente a las fuerzas europeas que luchaban con sus mosquetes. Los guanches sólo tenían una oportunidad, y aún así se hicieron con algunas victorias.

La Plaza del Adelantado en La Laguna

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Casa en La Laguna, en Tenerife.

Seguimos conduciendo y cogimos la salida “La Laguna” de la autopista. Tratamos de evitar el caótico tráfico y el tranvía para terminar en La Laguna, donde está la Plaza del Adelantado (el cual regentaba la ciudad).

Así, ya nos encontramos en el centro de eventos históricos de importancia, La Laguna, cuyo nombre se atribuye a Alfonso Fernández de Lugo. Este hidalgo era un tradicional aventurero aristocrático de Andalucía, como otros conquistadores famosos, como Cortez o Pizarro, que buscaban oro y felicidad en tierras lejanas. Pero Lugo tuvo éxito; derrotó a los guanches en 1496 y mantuvo a la isla entera bajo su poder. En el mismo año fundó La Laguna (aquí solía haber un pequeño lago, de ahí que recibiera su nombre), construyó una bella residencia y se casó dos años después, gobernando durante 29 años sobre Tenerife.

Una curiosidad sobre su esposa. Ésta era la mágica y seductiva Beatriz de Bobadilla. Recibió el apodo de “la cazadora” no sólo por ser la profesión de su padre, sino porque había sido la amante de Fernando de Castilla, más tarde se casó con Hernán Peraza –conde de La Gomera- y finalmente con Lugo. Pero también estuvo con Cristóbal Colón, que pasaba por La Gomera en su viaje hacia las Américas, y también se cuentan sus amoríos en tierras madrileñas.

La Laguna, la antigua capital de las Islas Canarias (Santa Cruz es capital sólo desde 1723) encanta a sus visitantes por sus mansiones coloniales de los siglos XVII y XVIII. Estos palacetes de magníficas fachadas poseen palmeras en sus avenidas y espaciosos patios.

Ahora dejamos la cultura de forma literal, ya que el Palacio Episcopal es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, para lanzarnos a los brazos de la madre naturaleza. El contraste entre la desbordante ciudad universitaria y el centro de negocios lagunero contra el fresco, solitario monte de Las Mercedes no podría ser mejor.

Desde el Monte de las Mercedes hacia las Montañas de Anaga

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Sendero a través de las Montañas de Anaga.

Un bosque perenne, lleno de árboles de laural y fresales, maquis, matorrales y plantas al más puro estilo de una jungla en el verde salvaje, que además gracias a los vientos que a menudo le atraviesan dejan en él una espesa neblina. Bordeando muchas curvas, sorteamos el Bosque de las Mercedes hasta llegar al pico más alto de las Montañas de Anaga (960 metros). Aquí, en el Mirador de Pico del Inglés disfrutamos de una encantadora vista del tejado color verde que nos regala Anaga, y más allá del azul turquesa del mar.

La mejor manera de conocer el paisaje es yendo de senderismo y experimentándolo con todos tus sentidos, por eso es por lo que estamos en ello, caminando a través de las Montañas de Anaga. Empezamos desde una casa vieja cerca del bosque de Anaga y vamos por un camino de ganado por el que ya los guanches en sus tiempos habían transportado material. El camino se abre paso entre las numerosas curvas, ambos lados cubiertos de árboles de laural, arbustos y líquenes. Pero sobre todo maquis que cercan el sendero a ambos lados haciendo que nada más se vea. Luego de una inclinación, la imagen cambia inesperadamente. El camino húmedo y fangoso a media tarde y con olor a humedad se vuelve seco, rocoso y de ladera inclinada. El bosque está ahora detrás nuestra, y frente a nosotros pequeños viñedos escalonados y huertos de calabaza, junto a limoneros, naranjeros y dragos.

El silencio y la soledad que nos envolvía en los bosques por más de una hora de camino ahora se interrumpen por los ladridos de un perro, los balidos de las cabras y ovejas. También vemos a gente, muy afanados granjeros, que han creado un paisaje cultural en cuyos campos las ovejas pastan.

Nos ponemos en marcha por el Barranco de la iglesia y llegamos a la plaza de la Villa de Taganana, donde el sendero de ganado acaba. En frente a nosotros se ven las brillantes aguas, acantilados rocosos, lava negra y bahía arenosa. Después de otra media hora de descenso llegamos a Playa de Roque, donde podemos nadar y comer pescado.

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Playa de San Roque.

Ya que no tenemos una mula, dejamos atrás el sendero para el ganado y el camino de vuelta lo realizamos en un autobús.