Bien descansado, miro por la ventana hacia el Teide. El volcán viste hoy una corona de blancas nubes y redondos diamantes azules, lo cual promete que habrá un día agradable. Luego, saliendo de los balcones del Hotel Aquila, como su nombre indica, tenemos una “vista de pájaro” de la negrísima lava en la colina, sobre el pueblo de Puerto de la Cruz y el océano.
Ante mí veo cómo las casas se extienden como un plato por la ciudad, con amplias zonas verdes y en el fondo la inmensidad del océano. ¡Qué gran día para admirar la “perla” de Tenerife en su máximo esplendor y disfrutarla con todos tus sentidos!
Después de un sustancioso desayuno con “queso fresco”, el queso de cabra de Canarias, nos ponemos de camino hacia nuestra excursión para disfrutar de la belleza del Puerto de la Cruz.
Paisaje de montañas volcánicas
Al principio, el descenso desde el hotel es un tramo bastante sucio, con la entrada para coches muy transitada, así que sabiamente la hemos evitado. Caminamos junto a montones de carbón, arena volcánica, lava, sedimentos, rocas y de vez en cuando algún cactus, que delimitan el camino. Luego, el oscuro volcán que escalamos va perdiendo gradualmente sus onduladas praderas. Ahora, frente a nosotros aparecen las primeras casas al otro lado del barranco, el cañón donde se extiende una amplia platanera donde los pequeños pero muy dulces “plátanos de Canarias” se cultivan. Ahora sí que caminamos sobre suelo en buenas condiciones, junto a casas, villas, hoteles y jardines sobre el Parque Taoro.
La amplia zona verde brilla juguetonamente sobre las fuentes y los lagos, los frondosos campos verdes van siempre acompañados de pequeños miradores y bancos. Sin embargo, lo más impresionante son las elevadísimas palmeras, las maravillosas plataneras y los exóticos dragos. Para completar el Parque, hay además un gran edificio que es el Casino Taoro. Sin embargo, si hay alguien que esté pensando en entrar en un banco, robar, y dejar Tenerife siendo millonario, es pero que muy equivocado. Ya que desde 2006 aquí reina el motto “rien ne va re plus”, “ya nada funciona”. Cualquiera que quiera jugar ahora, tiene que bajar a la Costa de Martiánez. No he gastado mi dinero antes, pero si bajamos hemos de hacerlo. Detrás del viejo casino , cruzamos de nuevo los atractivos y bien conservados jardines de “Jardín de Orquídeas de Sitio Litre”. En medio del parque está el majestuoso sitio de la familia Sitio Litre, la cual en el siglo XVII decidió crear este jardín en su encantador jardín privado. La mansión fue en su tiempo muy famosa a raíz de sus invitados, tales como Alexander von Humbolt y Agathe Christi, entre otros. Incluso hoy en día, está en manos de dueños de clase alta.
Ahora que hemos dejado el parque, el verde es escaso, pero hay mayor número de viviendas, el tráfico es denso y la hay más población. Cuanto más nos alejamos, más cerca del mar estamos y luego de algunas curvas en el camino ya puedes ver la espuma blanca del océano sobre Playa Jardín En el Barranco San Felipe, ahora seco, una cascada inclinada se arremolina cuando hay tormenta, cuando el agua corre turbulenta; estamos dándole la espalda al Atlántico.
Una vez en la Playa Jardín nos damos cuenta de que no es realmente un jardín en la playa, como dice su nombre, sino que es una bahía ganada al mar en la que las olas alcanzan a los bañistas con cierta fuerza. De todas maneras, como de buena mañana el agua está bastante fría, no nos dan ganas de ponernos en bañador, sino que preferimos irnos de turismo.
Puerto de la Cruz como punto de comercial para los españoles
Tan sólo unos metros más allá nuestros deseos se cumplen, ya que frente a nosotros está el Castillo de Felipe, el cual desde el siglo XVII ha resistido las olas de ataques enemigos. La pequeña y maravillosa fortaleza construida por el rey Felipe IV (1621 – 1665) sirvió como cimientos de piedra sobre la que el Puerto de la Orotava fue erigido durante su mandato. El objetivo en construir esta ciudad fue la exportación del vino producido en Tenerife. Luego en 1813 la ciudad recibió el nombre que posee hoy en día, Puerto de la Cruz. El vino de la tierra es bueno, pero la subida de la marea y fuerte oleaje hizo de la carga y descarga de los barcos algo problemática, por lo que más tarde se trasladó la capital a Santa Cruz, cuyo puerto cubierto le superaba completamente.
El castillo y sus alrededores
Hasta los turistas disfrutan de esta ciudad de 35.000 visitantes. Se debe destacar el castillo de Philippe, construido en estilo colonial español. Hoy en día, cuando pasamos sobre el puente levadizo para entrar al castillo y miramos más allá de las aspilleras, no queda lugar a fantasear. Sólo hay que imaginarse los cañones de hierro fundido, amenazando a las afueras del castillo, que una vez presenciaron las batallas contra piratas.
Paseo al museo histórico
Durante el paseo, tenemos a nuestra izquierda el mar, mientras que a la derecha está el Estadio el Peñón. El equipo de fútbol CD Tenerife es bastante poco constante, estando hace unos años en Primera División y ahora en Segunda. Nos dirigimos hacia el ajetreado centro, pero antes nos pasamos brevemente por el Museo Arqueológico. El museo, que se encuentra en una mansión del siglo XIX, muestra reliquias de los nativos de las islas, los Guanches, que vivían ahí antes de la conquista de los españoles. Luego de visitar el museo, hace bastante calor y vemos a los pequeños botes mecerse suavemente en el Puerto Pesquero, pero al igual que algunos turistas y lugareños, me quedo en bañador y bajo las escaleras del muelle, para mecerme entre las olas del muelle y bañarme en sus tranquilas aguas. A pesar del rompeolas que lo protege del mar abierto, uno puede nadar bastantes metros. Con tal actividad te entra hambre, así que voy con mi esposa -que está contenta de que escapaba de las olas- hasta una marisquería cercana para recuperar las fuerzas con algo de “pescado al vino” para la siguiente excursión.
¡Continuará!